miércoles, 19 de noviembre de 2008

SUCEDIÓ. EL DILEMA DEL IMPERIO
Antonio Zapata
(Fuente: Diario la República, 19/11/08)

La presencia en Lima del presidente de EEUU, George W. Bush, recuerda la gira latinoamericana de Richard Nixon, quien era vicepresidente de Dwight Eisenhower y llegó hace exactamente 50 años, en mayo de 1958. En esa ocasión, Nixon fue ásperamente rechazado en San Marcos, los alumnos no lo dejaron entrar. El joven estudiante de Derecho Alfonso Barrantes Lingán presidía la federación universitaria y fue clave en la organización de la protesta.

Los estudiantes cerraron la puerta de la Casona del Parque Universitario, mientras que un grupo más aguerrido esperaba a Nixon en las calles. Intentaron voltear su auto y aunque no lo consiguieron, el conflicto fue de proporciones. Entre los manifestantes destacaba Hugo Blanco, que recién llegaba de Argentina y sería perseguido por la policía a causa de esta acción. Fue escapando de la secuela de lo de Nixon que Blanco retornó a su Cusco natal y se sumó al proceso de lucha campesina en la Convención. Así, en la respuesta contra la visita del líder norteamericano aparecieron los dos dirigentes principales de la izquierda peruana de las décadas posteriores.

En 1958 había un fuerte sentimiento antiimperialista. Ese mismo año se estaba librando la batalla por Cuba, entre el ejército rebelde liderado por Fidel Castro y el gobierno de Batista, reputado como sanguinario títere de los EEUU en la isla caribeña. El imperio era gobernado por los republicanos, que mostraban su cara más dura. Se decía que Nixon tenía por objetivo alinear a América Latina con los halcones norteamericanos y en contra de los soviéticos. Hoy en día, las cosas son muy distintas. Para empezar, no existe un extendido sentimiento antiyanqui. Por el contrario, durante las últimas décadas los EEUU han sido vistos por millones de compatriotas como el país ideal, aquel al cual migrar apenas se pueda.

Por otro lado, Bush está de salida, atraviesa la conocida situación del pato rengo, que grafica a un líder que tiene reemplazo ya elegido y que además no es de los suyos. Figura, pero no lidera. Por ello, la capacidad de decisión de EEUU se encarna en Barack Obama. Sin él nada camina, como demuestra la desilusión ante la reunión del G20, que se ha limitado a debatir generalidades sin concretar nada. Ausente el electo presidente norteamericano no hay resolución posible.

Ahora bien, Obama es el líder norteamericano en mayor riesgo en setenta años. De él va a depender todo. No es alguien que pueda pensar en piloto automático. Por el contrario, tendrá que resolver la mayor crisis económica del capitalismo desde 1929. Para empezar, debe evitar una prolongada depresión de la economía real y contener los peores efectos de la crisis financiera. Luego, tiene que proponer un realineamiento global del sistema económico internacional. Tampoco puede salvar a los EEUU a costa de sus socios capitalistas. O rescata a todos o empezará una intensa lucha económica entre las grandes potencias, que normalmente precede a las guerras entre ellas.
En efecto, crisis económicas tan globales como la actual generan cambios en la correlación de fuerzas a escala planetaria. En toda recesión, alguien gana y otro pierde. Definir quién, ha sido en el pasado un asunto embrollado que se resolvía en guerra. Por ello, el siglo XX fue asolado por dos conflagraciones totales, de las cuales surgió el liderazgo de EEUU.

La vez pasada, en 1929, la crisis mundial también empezó por Norteamérica. Pero, ahora se cuestiona su capacidad para mantenerse arriba sin recurrir a la fuerza. En todo caso, esa responsabilidad es íntegra de Obama. Tiene todo el prestigio y una enorme responsabilidad. Representa a los demócratas y a todos los marginados. Mujeres, homosexuales y todas las minorías étnicas pueden verse representados en los negros, que al ser herederos de los esclavos africanos tienen antigüedad en esto de sufrir discriminaciones. Pero, si no sale adelante rescatando a la clase media norteamericana se van a desatar en contra suya todas las fuerzas reaccionarias del planeta. Empezando por el racismo, tan fuerte entre los yanquis. El drama que se avecina será intenso.

Por eso, el presidente Bush que nos visita es un muerto en vida. El verdadero poder cavila opciones que definirán el curso del mundo.

APEC Y POLÍTICAS ECONÓMICAS DE LOS PAÍSES ASIÁTICOS
HUMBERTO CAMPODÓNICO
(Fuente: Diario la República, 19/11/08)

La reunión de la APEC en el Perú tiene una importancia central. Representan el 41% de la población mundial, el 55% del PBI mundial y el 49% del comercio mundial. Están presentes 2 de las 3 primeras economías de los países industrializados (EEUU y Japón), así como Rusia y Australia, destacando los principales países emergentes del Asia Pacífico sobre todo China y los "tigres": Corea del Sur, Taiwán (China), Singapur, Tailandia, Indonesia, Malasia, Filipinas y Vietnam.

En el primer cuarto de este siglo los países asiáticos de la APEC (a los que se debe añadir India) disputarán la hegemonía económica con EEUU. La crisis financiera y la recesión de los países industrializados podría acelerar la transición a un mundo multipolar que deberá buscar nuevos mecanismos e instituciones que reemplacen al obsoleti Bretton Woods (1944).

Esta constatación debe servirnos para entender que estos países no se han desarrollado con las recetas del "libre mercado" del FMI y el Banco Mundial. El mejor ejemplo es China, país que tiene un régimen de economía mixta, con un rol mayoritario del Estado y de empresas estatales. En el resto de los países asiáticos sucede algo parecido, lo que llevó al Banco Mundial a autocriticarse de sus recetas liberales, afirmando que aplicaron "políticas equivocadas", pero que han dado excelentes resultados.

Por el contrario, Joseph Stiglitz nos dice que quienes siguieron a rajatabla el modelo del libre mercado del FMI, como Rusia, sufrieron graves crisis económicas en la década del 90, de las que recién se están recuperando mediante la aplicación de políticas económicas que combinan el rol del mercado y del Estado.

El problema es que la propaganda gubernamental no enfatiza ese rol central y nos sigue diciendo que "el libre comercio y la entrada irrestricta de la inversión extranjera son condición necesaria y suficiente para alcanzar el crecimiento y el desarrollo". Pero sucede que en las negociaciones comerciales de la OMC los países asiáticos han defendido sus economías y mercados nacionales. La crisis de la Ronda Dohá en Cancún en el 2003 se debe a que ellos, junto a Brasil, India y Sudáfrica, entre otros, impidieron que se impongan las condiciones de los países industrializados.

En materia de inversión extranjera directa (IED), los países asiáticos han priorizado la entrada de inversiones que promueven la creación de mayor valor agregado, lo que les ha permitido entrar a la competencia mundial de productos industriales (allí están las exportaciones chinas y coreanas). Pero aquí se sigue sobrevendiendo la idea de que basta con la IED en actividades extractivas (minería, petróleo, gas), lo que consolida el modelo primario exportador.

No solo eso: las reglas de juego para las nuevas inversiones en recursos naturales debieron haberse modificado para que el Estado participe de las sobreganancias (mayor regalía a mayor precio, participación en las utilidades). Pero no. Se ha mantenido el mismo marco contractual cuando casi todos los países del mundo ya lo han readecuado.

Hace unos días, la Cámara de Comercio de Lima afirmó que APEC traería US$ 100,000 millones de IED del 2009 al 2011, es decir, US$ 35,000 millones anuales, lo cual es falso. En Brasil, en el 2007, se alcanzó el record de IED con US$ 34,000 millones, mientras que México y Chile tuvieron US$ 21,000 y 15,000 millones. Como en el 2007 Perú tuvo US$ 5,300 millones, lo que la CCL dice es que, en esta época de crisis, las inversiones se van a multiplicar por 7 durante 3 años consecutivos. Ya, pues.

La reunión APEC tiene, qué duda cabe, una gran importancia para un país pequeño como el Perú. Pero no se debe cometer el error de pensar que las soluciones "vienen de afuera" y que la solución a nuestros problemas está en la apertura irrestricta del mercado interno y en la inversión extranjera directa. Cuando pase la parafernalia mediática, volverá al primer plano la puesta en marcha de la "agenda interna" que permita reducir la pobreza y la desigualdad: educación, salud, infraestructura, descentralización, mayores empleos y salarios. Para lograrlo, los países asiáticos de la APEP nos muestran el camino: se trata de una adecuada relación entre el mercado y el Estado.

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